El Ermitaño
La palabra Ermitaño viene del latín “eremita” que proviene de las palabras griegas Erhmoς y Erhmίthς, que viene a significar “el que vive en el desierto”.
En tiempos de los griegos se aplicaba a gente que se apartaba de las ciudades y se alejaba a vivir solo en lugares apartados apenas sin vegetación.
Los antiguos egipcios ya lo practicaban también.
Más tarde, ya en tiempos del cristianismo primitivo, muchos se iban a vivir al desierto en solitario para practicar la total entrega a la contemplación y estar más cerca de la divinidad, viviendo austeramente, apartados del ruido social y en oración continua.
Eso se siguió practicando activamente hasta el siglo XV. Aún hay, en nuestros días, algunas órdenes religiosas de eremitas.
Está claro, que fuera cuando fuera que nació el Tarot, en la época en la que sabemos seguro que salieron los primeros, la figura del Ermitaño era aún una figura importante para la espiritualidad.
Muchos ermitaños vivían en el desierto en alguna cueva y no se movían del lugar, pero también los había itinerantes que se desplazaban, vivían de la comida que les ofrecían y daban consejos, aunque hicieran su camino en solitario.
Este parece ser el caso de nuestro Ermitaño de la baraja de Tarot, ya que porta un bastón para caminar (y, seguramente, para defenderse) y una luz para alumbrar el camino.
El fondo del Ermitaño es de color naranja, una vez más la inteligencia activa. Su ropaje es rojo, símbolo de actividad y vida. Su manto es de color azul regio en el exterior y naranja en el interior y, claramente, está en movimiento. Este color azul regio del manto parece indicar que es un personaje noble que se ha alejado del mundo. Sus mangas son celeste claro, es decir que sus actos están guiados por la divinidad. La capucha roja que lleva a la espalda culmina con dos borlas, una sobre otra que recuerda mucho a las esferas que coronan las columnas de la Justicia, la carta precedente.
Sus cabellos y su barba, largos y blancos, nos evoca la idea de un sabio anciano. Su mirada, de ojos oscuros y penetrantes se dirige hacia La Justicia, la carta precedente.
El farolillo que porta, en el que se combinan el rojo de la vida y la actividad, con el amarillo de la inteligencia, parece indicarnos que, en él, se combinan la luz y la vida. Pero, este farolillo, lo lleva medio oculto por su manto. En ese hecho, hay muchas interpretaciones. ¿Quiere ser discreto y pasar desapercibido como un buen Ermitaño? O ¿es que revela solo una porción de la luz a los demás? Y, sobre todo, en la carta se aprecia claramente que es de día, ya que, cuando es de noche, en el tarot lo indica con un fondo nocturno, por ejemplo, lo vemos en la Luna. Entonces ¿por qué lleva la luz encendida de día? ¿Qué es realmente esa luz que porta el Ermitaño?
Como, sin duda ninguna, es una carta de espiritualidad, la luz que lleva el Ermitaño es la Luz de la espiritualidad y, probablemente, la oculta a medias porque no todo el mundo está preparado para recibirla por entero. No en vano, él ha dedicado su vida a la meditación y la contemplación de Dios.
El Ermitaño indica un camino espiritual a seguir, pero solo a quien pueda comprenderla le será mostrada.
Personalmente, me hace pensar en la búsqueda del Grial. El camino a seguir parece estar marcado, pero solo los puros de corazón pueden ser capaces de encontrarlo.